Agilidad y precisión: pilares clave en la logística refrigerada actual

El mercado español de la logística del frío atraviesa una etapa de crecimiento sostenido, impulsado por la transformación de los hábitos de consumo, la digitalización operativa y la evolución de sectores clave como la alimentación y la industria farmacéutica.

Según el informe Spain Cold Chain Logistics Market, publicado por la firma de análisis Mordor Intelligence, este mercado alcanzará un valor estimado de 5,34 mil millones de euros en 2024, con previsión de crecer hasta los 8,77 mil millones en 2029, lo que representa una tasa compuesta anual del 10,47% durante el período 2024–2029.


Esta tendencia la impulsan el crecimiento de las instalaciones de almacenamiento refrigerado, el auge del comercio electrónico B2C y el aumento de la inversión —tanto pública como privada— en infraestructura logística. En este escenario, tecnologías como la inteligencia artificial, los sistemas de gestión de transporte, la automatización y el seguimiento por GPS están llamadas a jugar un papel clave en la competitividad del sector.



Un sector exigente por naturaleza


La logística refrigerada es, posiblemente, una de las ramas más exigentes dentro de la cadena de suministro. Su complejidad no radica únicamente en el control de temperatura, sino en la gestión integral de un servicio que debe garantizar, simultáneamente, velocidad, trazabilidad, seguridad alimentaria, cumplimiento normativo y optimización de recursos.


Transportar alimentos frescos, congelados o productos sensibles a variaciones térmicas requiere una coordinación perfecta entre múltiples puntos de contacto: productores, plataformas logísticas, centros de distribución, transportistas y puntos de venta. Todos deben funcionar con una sincronía absoluta, porque el más mínimo error puede afectar directamente a la integridad del producto.


Agilidad: responder al mercado sin perder el paso


En este contexto, la agilidad adquiere un valor estratégico. No hablamos únicamente de rapidez, sino de una capacidad real de adaptación. La demanda cambia, las condiciones del tráfico varían, la climatología incide, y los plazos de entrega son cada vez más exigentes. La agilidad permite a las empresas reconfigurar rutas, reagrupar cargas, redistribuir recursos o modificar planes operativos en cuestión de horas —o incluso minutos— sin comprometer la continuidad del servicio.


Las organizaciones ágiles trabajan con una mentalidad flexible. Planifican, sí, pero también prevén. Integran la tecnología no como un fin, sino como un medio para tomar decisiones más inteligentes en menos tiempo. La monitorización en tiempo real de las expediciones, por ejemplo, permite anticipar incidencias, informar proactivamente a los clientes o activar protocolos alternativos que eviten pérdidas o demoras.



Precisión: operar con rigor en cada eslabón de la cadena


Ahora bien, una respuesta rápida sin exactitud puede ser tan perjudicial como la inacción. Cada etapa del proceso debe ejecutarse con un nivel de rigor técnico y operativo que garantice la calidad final del producto.


La precisión se manifiesta en múltiples formas: cumplimiento estricto de los rangos de temperatura (tanto en transporte como en almacenaje), gestión detallada de la trazabilidad documental y digital, coordinación milimétrica en los horarios de carga y descarga, uso correcto del packaging térmico, y cumplimiento riguroso de las normativas sanitarias y de transporte.


En este sentido, la precisión es también un compromiso con la seguridad del consumidor. Cuando se rompe la cadena de frío, las alteraciones no siempre son visibles, pero el producto puede haber perdido sus propiedades, calidad o seguridad, lo que compromete su aptitud para el consumo o uso final. Y esa es una responsabilidad que recae sobre toda la cadena logística.


Tecnología: el gran habilitador


Los avances tecnológicos han jugado un papel crucial en esta doble exigencia de agilidad y precisión. Sistemas de gestión de transporte, plataformas de seguimiento GPS, sensores IoT que monitorizan en tiempo real temperatura y humedad, y software de gestión de almacenes permiten hoy un control mucho más fino de las operaciones.


Pero el verdadero reto no está solo en contar con la tecnología, sino en saber integrarla eficazmente en los procesos diarios. La digitalización no sustituye al criterio humano, lo complementa. Equipos preparados, protocolos claros y una cultura de mejora continua son indispensables para que la tecnología cumpla su función: mejorar la toma de decisiones y minimizar el error.


Un equilibrio difícil… pero no imposible


Lo interesante de este escenario es que agilidad y precisión no son fuerzas opuestas. De hecho, se complementan. Una empresa que es ágil pero no precisa, fallará en calidad. Una empresa muy precisa pero poco ágil, perderá competitividad. El verdadero valor surge del equilibrio. La excelencia operativa se encuentra justo en ese punto medio donde la organización es capaz de reaccionar con rapidez, pero sin perder el control de los detalles.


Para alcanzar ese equilibrio es importante potenciar la disciplina operativa, una infraestructura tecnológica adecuada y, sobre todo, una filosofía de trabajo centrada en el cliente y la calidad del servicio. Es por ello que Soapa ha construido una operativa basada en estos dos ejes: agilidad para adaptarnos a los cambios del mercado, y precisión para cumplir con el nivel de exigencia técnica y de calidad que requieren nuestros clientes.


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